martes, 19 de noviembre de 2013

Personaje

Por Deymar Rincón
Julio 2013

Un mañana del día jueves, y casi como todos los jueves, cargaba una bolsa de basura entre mis manos; debía dejarla en la esquina por la que pasaba el camión que la recogería.
Pero ese no fue como todos los jueves, para mi sorpresa me encontrécon un niño de unos ocho años con una camisa rota y unos shorts algo sucios. Me impresionaba mucho verlo abrir aquellas bolsas en las que sólo se veían desperdicios hogareños y malos olores. Mis ojos se dilataron al ver que lo que buscaba realmente era comida.
Con algo de curiosidad e incluso con miedo quise acercarme a hablarle parapreguntarle qué hacía.
Aunque para mí era obvio, quería creer lo que era increíble.
Allí en esa misma esquina, en un jueves que parecía tan común, conocí aMateo, el que con algo de timidez, sin razón en especial, quiso esa tarde contarme su historia.
No paraba de hablar; lo hacía mirando a la nada; sus ojos empezaban a aguarse:
“Me llamo Mateo señorita, tengo ocho años, vivo en las casitas de zinc de la machiri. ¡No me haga nada por favor! Sólo quiero algo de comida; somos seis hermanos, mi papa se fue hace mucho tiempo, le pegaba a mi mamá  casi todas las noches.
Ahora está en la cárcel de Santa Ana porque lo encontraron con una pistola.
A pesar de que es mi padre sólo me trae malos recuerdos. Después de que se lo llevaron la vida se nos hace más difícil a mi mamá y a mí, pero no tenemos remedio,debo llevar en mis manos las sobras de comida que alcancen para todos, aunque algunas tienen moscos ayudan a llenar el estómago de algunos de mis hermanos.
No tenemos más remedio, mi mamá no ha podido trabajar desde que mi papá se fue y mi hermanita más pequeña tiene cuatro meses y aun toma pecho.
Donde vivimos no hay agua potable; nos bañamos con el agua que baja del ríoTorbes.
A veces le ayudo a mi mamá a traer en los potes para que nos podamos bañar todos.
Es muy difícil vivir en las invasiones, se escuchan tiros constantemente, peleas, gritos y llantos; a veces sólo quisiera correr porque no logro explicarme como no puedo ser un niño normal que pueda ir a la escuela, tener amigos y una familia.
Perdóneme señorita pero sólo quiero tranquilidad, me siento sucio, asquedo, hambriento y no hay día que no tenga un sentimiento en el estómago llamado miedo.
Mi amigo de la casa se llamaba Pedrito y una bala perdida lo mato la semana pasada.
¡No sé qué me da más miedo!, si morir  igual que él o sentir que mi papá algún día va regresar”.

Un frío recorrió todo mi cuerpo, sólo abracé a aquel niño.
Intentaba entender por el sufrimiento que vivía diariamente.
En sus ojos se veía la verdad y la inocencia.

Lo abracé y lloramos juntos varios minutos.
Lo mire y con mucha valentía para sacar una fuerza que me proporcionara voz le dije:  “Mateo ven a mi casa”.
Le di algo de comida y otro poco en una taza para llevar; él me dio un beso en la mejilla y luego corrió como queriendo olvidar que todo aquello había sido real.